Corren los años 70 y una abuela mira a su nieta. Su pelo negrísimo, su piel bronceada y sus grandes ojos les recuerdan a los taínos y decide ponerle un apodo: India. La señora, Justa Guadalupe, poco puede imaginar que Linda Bell Viera Caballero, nacida en Puerto Rico, y criada en el Bronx neoyorquino, se convertirá en una de las más grandes artistas de la música.
Su historia en el mundo del espectáculo inició a los 14 años. Los talentos de Linda Bell, inagotables, le permitieron carrera como modelo, tomar lecciones de ópera y, más recientemente, de tango. Debutó en la década de los ochenta como parte del grupo de dance TKA, y más tarde apareció su primer disco en solitario, “Breaking Night”, con el que se avizoró el nacimiento de una nueva Madonna, versión latina. Sin embargo, Linda Bell tenía su identidad propia, sus aspiraciones; quería ser original y no copia.
“Querían cambiar mi esencia y hacerme parte de la cultura gringa, en pocas palabras, ¡querían que fuera blanca! Y eso no es lo que soy (…) quise ser yo y eso hice”, dijo.
Tres años después de su exitoso debut con estilo hip-hop y en idioma inglés, la cantante se redefinió y tomó el camino que la ha hecho más famosa: el de la salsa. El 1992 marcó un viraje total con el fonograma: “Llegó la India vía Eddie Palmieri”, álbum que la hizo alcanzar la fama en el mundo latino y una nominación a Premio Lo Nuestro como “Artista Femenina Tropical”.